jueves, 31 de diciembre de 2009

El último día de Diciembre



   

        Ángela sacó el cerdo y las papas, mientras pedía a gritos que pongan la mesa.
-Con este calor, no hubieses prendido el horno. Comíamos cualquier cosita y listo- respondió su marido.
Afuera, la ciudad aguardaba expectante. Los coches se apresuraban en llegar a sus destinos y los chicos correteaban inquietos. Era una noche calurosa de diciembre y la humedad se hacía notar. A través de su ventana y de vez en cuando, Sergio podía ver algunos flashes y luces lejanas recortándose en la oscuridad nocturna.
-Ya comenzó... pensé que iba a empezar mas tarde. ¿Cómo te salió la comida?
-Tiernísimo está, lástima que no tengo hambre. Tengo mucho calor, y estoy nerviosa.
-Es natural- respondió Sergio –es natural… ¿Comemos?
-Esperemos a los chicos, me dijeron que ya estaban por venir.
-¿Es mucho pedir, que por lo menos hoy, vengan temprano? Ya casi son las 11. Antes de medianoche quiero terminar.
La cerradura hizo ruido, y aparecieron: Federico y Florencia habían llegado, alborotados y transpirados de tanto ajetreo.
-Ya era hora- refunfuñó Sergio.
-Dejame en paz, quería pasar este día con mis amigos- respondió malhumoradamente Federico –mirá, ahí ya empezaron con los estallidos.
Efectivamente, en las noticias mostraban distintas ciudades donde las luces, las sirenas y las explosiones se sucedían, mientras los camarógrafos mantenían su posición, registrando todo lo posible sobre los acontecimientos ocurridos. Moscú, París, El Cairo, Washington. El panorama era el mismo.
     Primero el cerdo con papas al horno, después el postre, un poco de Mantecol y almendras con chocolate. Sergio preguntó, mientras servía la sidra: -¿Y tus amigos, Fede? ¿Al final que hicieron?
 –Ema se quedó acá con su familia, y Nico se fue hasta acá nomás, a lo de unos tíos, a pasarlo ahí. Franco y su familia quisieron ver si se pegaban una escapada, hacia el sur. Quizás estén mejor allá, ¿no?
-Es inútil. El transporte público está fuera de servicio prácticamente. Además, tengas coche o no, es lo mismo en todos lados; acá, en Tandil, en Brasil o en China. Para que andar viajando y perdiendo tiempo. ¿Y Nora?
-Estamos medio peleados. Hoy discutimos por Msn, igual ahora quería llamarla para hablar un rato.
-¿Justo hoy te venís a pelear con tu novia? Llamala antes de las 12 o va a ser imposible comunicarte. Ya ahora es jodido. Todo el mundo saludando a todo el mundo, me llegaron sms de personas con las que no hablaba hace años. Ahora se acuerdan. Así es la gente.
   A las 11:55 mostraban en todos los canales de televisión la cuenta regresiva. La ciudad, en silencio, esperaba pacientemente. Cinco, cuatro, tres, dos, uno: el cronometro detuvo su cuenta en el cero. Sergio alzó su copa y dijo: -Los quiero mucho a todos. Chau.
Las explosiones empezaron. Violentos estallidos rojos, naranjas y amarillos sacudieron el cemento y algunas infraestructuras comenzaron a ceder. Los implacables pájaros de acero liberaban su carga sobre la urbe, la cual aceptaba su destino con resignación. A lo lejos, en el horizonte, el cielo resplandeció: la carga maestra había sido detonada. El hongo nuclear podía verse a kilómetros de distancia. Segundos antes de ser impactado por la onda expansiva, Federico pensó: -papá tenía razón, va a ser igual en todos lados. Lástima que no tuve tiempo de llamar a Nora.

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