domingo, 27 de diciembre de 2009

Son todos unos caretas, pasenme el mantecol





  

Mientras me encontraba tomando unos tererés con mi compañero, Ignacio Pérez del Maranao Katmandú, mirábamos el desfile pirotécnico propio de las fiestas.
-¡Que artilugios los de estos japoneses! Una maravilla moderna, indudablemente
-Pero Pérez, los chinos descubrieron la pólvora, y hace siglos ya- le respondí yo, sin levantarme de la hamaca paraguaya. El, limitándose a emitir un gruñido, continuó tomando la bebida helada.
     Ambos contemplábamos en silencio el espectáculo. Los remolinos de luces y los abanicos de colores se sucedían; y yo absorto pensaba “¿Que festejan? ¿El nacimiento del niño Jesús? Imposible, si están tan mamados que no se acuerdan de nada. Uia, ¿y si festejan, justamente, que no saben ni donde están?” la revelación me empapó como un baldazo de agua fría.
-No es que no valore que me feliciten por el cumpleaños de un ser ficticio, pero esto ya roza la pavada- dije mientras veía a la gente tuerta por un corchazo fugaz, manca por un petardo defectuoso, e indigestada por un lechón frio con cerveza caliente.
-Usted, obviamente, no entiende nada de la navidad -objetó Pérez- la navidad es sobre la familia reunida, la solidaridad entre pares, el amor, la tolerancia y la esperanza. No creo que usted sea ajeno a estas emociones humanas –acotó mientras destapaba con los dientes la sexta sidra de la noche- así que no finja ser una criatura sin sentimientos. Venga, no se hunda en un racionalismo insensato.
-Tiene razón, vamos
     Y nos fuimos a olvidar nuestras penas bajo las estrellas descartables, ahogados en alcohol barato y tirando rompe portones a los botones de la seccional 32º, que son unos putos.

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